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El humor de "Ogil"

La madre de dos chicos, al regresar de la reunión de padres de familia donde estos estudian, le entrega las calificaciones a su esposo. Este toma las del menor de siete años, y furibundo grita: "¿Qué es esto?: uno en aritmética, dos en geografía, uno en historia, dos en lenguaje...". Se para, se suelta el cinturón y enciende al chico a correazos. Si la mamá no se lo quita hasta lo mata. Luego coge las del mayorcito de 15 años, las abre delante de él, y le sermonea: "¿Qué es esto, jovencito?: uno en matemáticas, uno en geografía, uno en historia, uno en lenguaje, uno en ciencias, y cero en disciplina. ¿Qué es lo que piensa usted de la vida? ¿Qué va a ser de su futuro, ah...? ¡Póngale cuidado al estudio para que sea un hombre de bien!". Cierra las calificaciones, y sale. El pequeño –en un rincón– sigue llorando, y le reclama al hermano:
—¿Y usté que peldió más matelias, mumumummm, polque no le pegalon, y a mi casi me matan, mumumummmmm?
Y el grande le responde:
—Es que usted no solo es mal estudiante, sino que es un tonto: ¿usted no sabe, hermanito, que mi papá es agente de tránsito? ¡Yo no fui bobo...: yo, en las calificaciones, le metí un billete de cien.

El humor de "Ogil"

Una  muchacha con el papá:
—Papi, papi..., ¡me voy a casar!
—No, mija. Primero tienes que estudiar, y aprender a ser gente.
—Nooooo, papi..., yo aprendí hacer gente... ¡ya tengo tres meses de embarazo!

¡Empeodó!

En un hospital la enfermera boquinche dice:
- Famidiades ded señod Fednández, se des infodma que tenedmos ploblemas...
Se le acerca la esposa, y dice: ¡No me joda!...
Y contesta la enfermera:
- No mejoda pedo nada, ni mejodó, ni mejodadá, podque... ¡se mudió!‎​​

El humor de "Ogil"

Mi médico de cabecera, casado con una pediatra, tiene mellizos de cinco años. Uno de los chicos amaneció un día con el penecito endurecido, y –muy asustado– le dice  a la mamá: 
—¡Maaa-mi, maaa-mi!… ¡se me puuu-sió duuu-lo, duuuuu-lo! 
La médica –para tranquilizarlo– le explica: 
—No te preocupes, hijo. Lo que sucede es que el pene tiene dos cuerpos cavernosos o cámaras a las que –a veces– les llega sangre que lo hace agrandar y ponerse firme. Pero... no te asustes, mi amor. Eso es pasajero, y…  ¡rápido se te cae! 
Y el chino le dice: 
—¡Nooo…, maaa-mi! Es que... ¡yo no quieee-lo que se me caaai-ga…

¡Pero ya, es ya...

Estela, mi esposa, en diciembre, andaba de rumba con sus primos los mellizos, entraron a una tienda, pidieron un celular alquilado y unas cervezas. Un poco enlagunados, uno de los mellizos cogió el teléfono y –bien fuerte– empezó a decir: "¿Ya mataron ese desgraciao de Alonso? ¡Cómo que no!… ¡Maten ese sinvergüenza!… Que cuando lleguemos, ya hayan matado ese malnacido. ¿Entendíste? ¡Ah... y  lo queman! ¿Te quedó claro?". 
El dueño del negocio cayó en shock, les pidió que salieran de la tienda; no les cobró las cervezas que se habían tomado, y... hasta les dijo que se llevaran el celular. Los tres salieron de la tienda preguntándose por qué el señor había reaccionado de ese modo; pues ellos solo llamaban a la finca insistiendo que mataran Alonso… ¡el marrano que engordaban para el 24! 

De colección

Entramos con mis hijos a un restaurante. Al traernos la cuenta, el mesero le arma tremendo escándalo a mi esposa:
─Señora, por favor, ¡devuelva el tenedor que se guardó en el bolso!
Mi señora –indignadísima– vocifera:
─¡Atrevido! ¡Respete! Yo soy una distinguida mujer. Además, no tengo necesidad de una cosa de esas. ¡Esto es una infamia! en nuestra casa tenemos cubiertos finísimos, y muy elegantes… ¿Cierto, mijo? –se dirigió a mi hijo menor.
 
Y éste respondió:
─¡Sí, mami! Y... ¡de mejoles lestaulantes!

En el bus

El bus va llenísimo, ¡repleto!, con personas de pie, todas muy apretujadas e incómodas. Un pasajero grita:
—¡Pare, pare, me bajo! ¡Vamos como unas obleas...!
Y el chofer le dice:
—Entonces, ¡bájese, antes que se le salga... el arequipe!

De regreso

Dice la mujer:
─¡Pepe, has regresado, hace 20 años te marchaste una noche a comprar cigarrillos! ¡Veinte años!
─Oh perdona mi amor, suerte que me lo recuerdas, ya vuelvo… ¡olvidé los fósforos!

Fiesta de bodas

En la fiesta de bodas, la novia le dice al novio: 
─¡Papito, mi amor..., quiero estar ya mismo contigo! 
─¡Pero cómo se te ocurre, aquí en pleno baile...! En fin, tengo una idea: como yo soy médico, tú te haces las desmayada y asi nos podemos encerrar diciéndo que voy a examinarte…
 
La novia finge desmayarse, todos corren, todos gritan. El novio los calma y les dice:
 
─¡Tranquilos..., yo soy médico y la voy a examinar!
 
La levantó, la metió a una pieza y cerró la puerta. Todos los invitados esperaban su salida. A los veinte minutos salió el médico y una viejita le dice:
 
─Doctor: ¿qué tenía la novia?
 
─Un leve desmayo nada más..., ahí le apliqué una inyeccioncita.
 
Y la viejita, bajando la mirada y muy asustada, le señala con el dedo:
 

─¡Ay, doctor, pero... ¡se le quedó la jeringa afuera.

Juego de golf

Dos mujeres jugaban golf en una mañana soleada. De pronto vieron como la pelota se dirigía directamente hacia unos hombres que jugaban en el siguiente hoyo. La pelota golpeó a uno de los hombres, quien de inmediato juntó ambas manos en su entrepierna y cayó al suelo rodando y gimiendo lastimosamente.
Las mujeres corrieron hasta donde estaba el hombre. Una de ellas, sintiéndose culpable, dijo:
─Por favor, déjeme ayudarlo. Soy quiropráctica y -si usted me lo permite- sé como quitarle ese dolor.
─¡Ouch..., auuuu, nooo, nooooo! Estaré bien...el dolor se me pasaré en unos minutos, -contestó el hombre, mientras permanecía en posición fetal, tirado en el césped y con las manos juntas en su entrepierna.
La dama insistió, hasta que él finalmente permitió ayudarlo. Ella, muy gentíl y acuciosa lo acostó a su lado, le separó las manos, puso sus manos en la entrepierna y... comenzó a masajearlo:
─¿Se siente bien, ya?, -preguntó la chica.
─¡Me siento... fantástico, -contestó el hombre. Pero...¡el dedo me sigue doliendo!

Jabón pa la piel

Una muchacha entra a la droguería y dice: 
─¡Aloye, seño! véndame un jabón bien bueno pa la piel! 
─Mire éste Maria Jesús, es muy suave, le lava la piel y la conserva...
Y le dice la muchacha:
─¡No, seño, yo necesito uno no más pa la piel; porque “la conserva” me la lavo con jabón de tierra!

"Ogil" Aroma de ta... mal


Un viejito estaba acostado en su cama agonizando, le quedaban pocas horas de vida y ya lo sabía. De repente huele unos tamales fresquecitos hechos por su mujer. 
Haciendo un esfuerzo sobrehumano –atraído por aquel aroma a masa de maíz, carne de puerco y sabroso condimento de su plato favorito– baja las escaleras y va al comedor. Llega hasta la mesa donde están los suculentos tamales y toma uno.
 

Piensa que su último esfuerzo ha valido la pena, y –cuando se dispone a comérselo– repentinamente siente un fuerte golpe en la cabeza que le nubla la vista, y dobla sus piernas. Tratando de no desplomarse, voltea la cabeza y alcanza a ver a su mujer con un cucharón de hierro en la mano, diciéndole:
─¡Ni se te ocurra, que son pa'l velorio!