La suegra –que ya estaba muy sorda– llegó
a la casa del yerno, quien sabía muy bien de su pérdida auditiva. La recibió
diligentemente: le abrió la puerta y, con una enorme sonrisa, la saludó
diciéndole:
—Adelante, ¡vieja estúpida! ¿De dónde viene la madremonte ésta con esa cara de bruja?
A lo que la suegra responde:
—De comprar unos audífonos, ¡desgraciado...!
—Adelante, ¡vieja estúpida! ¿De dónde viene la madremonte ésta con esa cara de bruja?
A lo que la suegra responde:
—De comprar unos audífonos, ¡desgraciado...!
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