—¡Mila e’to, papi! –y paró dos deditos de su mano.
Tratando de entretenerlo, Óscar le cogíó los deditos, se los metió a la boca, y le dijo:
—¡Me voy a co-mer es-tos de-diiiii-tos...! –y, dramatizando que se los tragaba, salió del cuarto.
Cuando regresó, el chico estaba parado en la cama mirándose con expresión de asombro los deditos que mi hermano –lleno de ternura– había humedecido con los labios; por lo que le preguntó:
—¿Qué pasa, hijito?
Y el pelado le respondió:
—¡Papi, papi!, ¿qué she hizho mi moquito, ahhh…?
Tratando de entretenerlo, Óscar le cogíó los deditos, se los metió a la boca, y le dijo:
—¡Me voy a co-mer es-tos de-diiiii-tos...! –y, dramatizando que se los tragaba, salió del cuarto.
Cuando regresó, el chico estaba parado en la cama mirándose con expresión de asombro los deditos que mi hermano –lleno de ternura– había humedecido con los labios; por lo que le preguntó:
—¿Qué pasa, hijito?
Y el pelado le respondió:
—¡Papi, papi!, ¿qué she hizho mi moquito, ahhh…?