Superimportante

Juan Pablo II, en su último viaje, llegó a Mérida. Lo fueron a recibir en un BMW increíblemente precioso, lo ve Su Santidad, y le dice al chofer: 
─¡Qué bárbaro¡... ¡qué carrazo! Déjame yo manejo... 
─Pero... ¡Su Santidad...!
─Dame las llaves, hombre, y tú... vete allá atrás.
Su santidad cogió la cabrilla, se fue a 250 millas, se subió al andén, se pasó tres semáforos en rojo, chocó con una patrulla que lo detuvo de inmediato. El agente de tránsito llama a su comandante y le dice:
 
─¡Jefe, no me lo va a creer, una limosina último modelo ha chocado una gran cantidad de carros, creo que nos sacamos el billete para nuestro sueldo este mes, debe ser un hijo de papi…, ¡mándeme refuerzos!
 
Llegan varias patrullas, rodean la limosina, un agente se baja y toca la ventanilla de vidrios polarizados. Al bajar el vidrio, el policía ve quién conduce…
 
─¡Juan Pablo II…! Déjeme consultar con mi comandante…
 
Le habla por radio a su jefe, y le dice:
 
─¡Señor…, no me lo va a creer…, creo que nos sacamos la lotería, jefe… este tipo es superimportante...
 
─¿A quién traes tú?… ¿un gobernador?
 
─¡No jefe, más importante!
 
─¡Al Presidente!
 
─¡Más importante!
 
─¿A quién será, pues, ¿a quién traes?
 

─¡Mire jefe…, ni más ni menos, viene manejando Juan Pablo II, y estoy seguro de que el de atrás es… ¡Jesucristo!

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