Estela, mi esposa, en diciembre, andaba de rumba con sus
primos los mellizos, entraron a una tienda, pidieron un celular alquilado
y unas cervezas. Un poco enlagunados, uno de los mellizos cogió el
teléfono y –bien fuerte– empezó a decir: "¿Ya mataron ese desgraciao
de Alonso? ¡Cómo que no!… ¡Maten ese sinvergüenza!… Que cuando lleguemos,
ya hayan matado ese malnacido. ¿Entendíste? ¡Ah... y
lo queman! ¿Te quedó claro?".
El dueño del negocio cayó
en shock, les pidió que salieran de la tienda; no les cobró las
cervezas que se habían tomado, y... hasta les dijo que se llevaran el
celular. Los tres salieron de la tienda preguntándose por qué el señor
había reaccionado de ese modo; pues ellos solo llamaban a la finca insistiendo
que mataran Alonso… ¡el marrano que engordaban para el 24!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario